Page 17 - ROYALTY WITCHES 2
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su garganta. Era la segunda vez que venía y si había pensado que iba a ser
más fácil, se había equivocado de lleno.
Después de presenciar cómo enterraban a Shin en su propia pureza,
Emma había dejado atrás a sus amigas para venir aquí. Destrozada por
lo que acababa de presenciar, las lágrimas que se había tragado hervían
en su vientre mientras bailaban con el temor de qué le esperaba al otro
lado de la frontera. Lo que se encontró fueron las aguas del río desboca-
das, como si Shin se hubiera dejado a la mismísima fuerza elemental de
Agua allí. Y en el pueblo, decenas de ventanas rotas, árboles destrozados
y coches que habían surcado varias calles como si fueran veleros. La
preciosa calle en la que vivía Logan, Lovers’ Walk, parecía un arroyo y
las hojas amarillas que solían teñir sus tranquilas aceras la mayor parte
del año ahora flotaban sobre el agua marrón, como si fueran los ingre-
dientes de una ponzoñosa poción. Las botas de Emma estaban cubiertas
casi hasta la rodilla y avanzar unos metros era como escalar una colina.
Pero cuando por fin llegó al número 8, a casa de Logan, se encontró que
lo peor la esperaba dentro. El día de la justa mágica, justo después de
la Noche de Brujas, había sido un luzazul, al que en la Tierra llamaban
«sábado», por lo que Logan no tenía clase y había salido a pescar al río
con su abuelo. La ola los había pillado en la orilla, cerca del lugar en
el que Emma lo conoció hace tantos años, y los había arrastrado por
completo. Logan había logrado nadar con su abuelo hasta tierra firme,
con una pierna rota. Emma se lo encontró en su habitación, sentado en
la cama, con una aparatosa bota negra en la pierna derecha, vendas en
los brazos, una furiosa herida que le cruzaba la mejilla izquierda y una
enorme sonrisa de alivio al verla. Su abuelo, Glenn, estaba en el hospi-
tal, con algo llamado «neumonía». Logan no había querido hablar de
nada, solo abrazar a Emma y repetir lo feliz que estaba de que el agua no
la hubiera tocado. Ni siquiera había reparado en que Emma llevaba su
traje royal. La idea se empezó a forjar entonces. Cuando Logan se dur-
mió sobre su hombro, todavía medio sentado, con la pierna rota sobre
una almohada y sus manos agarrando con fuerza las de ella. El tsunami
sí que había tocado a Emma, más de lo que Logan podía imaginarse, y
más de lo que Emma podía confesar. Pero lo peor era que no lograba
dejar de escuchar a esa voz en su cabeza, la misma que solía susurrarle
que era la Terrores, gritando que Logan y su abuelo estaban heridos por
su culpa. Como muchos más.
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