Julien está muerto. Mejor dicho, le dan por muerto. Tras desertar del ejército y volver a su pueblo natal se refugia en una casa deshabitada. Desde allí se convertirá en testigo de excepción de la vida de un pueblecito francés durante la Segunda Guerra Mundial. Gibrat se nos revela como un narrador excepcional y se convierte en una de las grandes sorpresas de la temporada.