Alpha vive solo en Abiyán, Costa de Marfil, desde que su esposa e hijo partieran sin visado hacia la estación de París Norte. Alpha decide dejarlo todo para encontrarlos, pues la incertidumbre por lo que suceda siempre será mejor que permanecer en ese lugar. Ni los traficantes de personas deshonestos ni los caminos por el desierto, los campos de refugiados o las barcazas sobrecargadas harán desistir a Alpha de seguir su camino hacia París Norte.
Bessora y Barroux nos traen una obra conmovedora y vibrante, galardonada con el Premio Médicos Sin Fronteras 2015. Un relato impactante y un dibujo fuerte y expresivo que se dan la mano para mostrar el sufrimiento y las ilusiones de los emigrantes.
Un texto conmovedor, vibrante de emoción, preciso y auténtico, alejado de todo miserabilismo. Las ilustraciones son de una sobriedad pura, intensas y expresivas, de las que se disfruta tanto con la vista como con el sentimiento.
ENTREVISTA A LOS AUTORES
¿Cómo fue vuestro primer encuentro?
Barroux: Fue en la Feria del Libro del Mans. Iba en busca de autor para mi siguiente novela gráfica después de On les aura, sobre la guerra del 14. Conocí a Bessora en una firma de ejemplares, le enseñé mis libros y le propuse que trabajáramos juntos en un proyecto que tenía en mente desde hacía tiempo. Volvimos a vernos varias veces en París.
¿Cuál es tu relación con África?
Barroux: Pasé gran parte de mi infancia en África del Norte. Primero en Argelia durante más de un año, cerca de la frontera tunecina. Después en Marruecos, en Casablanca, durante cuatro años. Tengo recuerdos de pasteles y dulces, de golpes de sol, de arena y de sal, de la llamada de muecín en el cielo al anochecer, atravesado por el vuelo de los vencejos.
Eres autora de dos novelas en la colección «Continentes negros»: Cueillez-moi jolis messieurs (2007) y Et si Dieu me demande, dites lui que je dors (2008). ¿Te apoyaste en experiencias personales para retratar con tanta emotividad estos recorridos dolorosos?
Bessora: ¡En absoluto! No puedo pretender haber vivido experiencias tan extremas. Nací en Europa, mi madre es europea: nunca me vi obligada a viajar 6.000 km prácticamente a pie. Pero eso no impide la empatía.
¿Podemos catalogar esta obra como novela gráfica? ¿Era este el género más eficaz para denunciar el dolor de sus protagonistas?
Barroux: No soy un especialista: novela gráfica, cómic... Simplemente me pareció que este era el procedimiento que más encajaba con el texto de Bessora. Este tipo de recortes me daba mayor libertad a la hora de concebir las imágenes. Cuando empecé a trabajar en Alpha, quería que pudiera ser un cuaderno de trabajo o de campo, con todas esas imperfecciones que le añaden vida. Por eso trabajé sobre mis bocetos de forma más intensa que en otras ocasiones, para poder deconstruir mejor mis imágenes. Los negros y el color se han hecho enteramente con rotuladores para niños. Utilicé también algunos grises aguados. Todo el texto está escrito a mano, como si Alpha hubiera relatado su propia aventura.
Bessora: En este caso la escritura es mucho más seca y rápida que en mis novelas, donde la palabra casi pierde su sitio. En este proyecto quería dejar espacio a la imagen, para que hiciera más que ilustrar la narración. Pero pese a todo necesitábamos que el texto fuera lo suficientemente intenso como para que Alpha tuviera una presencia fuerte, y que su recorrido sirviera de hilo conductor.
Hoy en día, las noticias se suceden a velocidad de vértigo. Sin embargo, y a pesar de varios intentos de solucionar el problema de los «sin papeles», los países occidentales hacen oídos sordos a las decisiones, personales o políticas, que arrojan —voluntariamente o no— a las personas hacia el peligroso camino hacia el exilio. ¿Qué voz querríais tomar para contar esta historia?
Barroux: No denunciamos nada. Es la historia de una historia. Una historia sencilla, la de un hombre que se pone en marcha. Una aventura moderna y contemporánea. Hace tres años, acogimos en nuestro taller colectivo a un hombre sin papeles. Una vida dura, la angustia de ser repatriado, una mujer y un hijo en África. Hablando con él nació la idea del proyecto, y después conocí a Bessora. Alpha comenzó así.
Bessora: No escribí Alpha como portavoz de una causa. A título personal me indigna nuestra hipocresía respecto a los movimientos migratorios, pero ese no es el problema de Alpha: él es un pequeño vendedor de Abidjan que busca reunirse con su mujer y su hijo. Pero para él no basta con comprar un billete de avión.
Algunos novelistas se lanzan al guion de cómic. Bessora, ¿en qué fue distinta la experiencia?
Bessora: El cómic no está tan alejado de la novela: compartimos el mismo lenguaje, el del libro. Dicho esto, me encanta explorar nuevas formas y tender puentes entre distintas expresiones artísticas. Me adapto a estos nuevos universos con tremendo placer.
13 de febrero de 2017