En el mundo todavía hay millones de mujeres esclavizadas por el burka, un tema sobre el que también se han elevado voces desde el noveno arte, como la de Marjane Satrapi, autora iraní que en Persépolisrelató su propia experiencia y profundizó en las motivaciones históricas de la revolución islámica con una visión crítica hacia el gobierno. El burka también fue tratado en clave de humor por René Pétillon, autor ganador del premio al Mejor Álbum en el Festival de Angoulême, que en El caso del velo cuenta la historia de una adolescente extraviada que se convierte en una fundamentalista islámica.
Son todas ellas visiones ácidas pero que tratan de llamarnos a la acción y la indignación, tal y como afirma la prologuista, Anne-Marie Lizin, antigua presidenta del senado de Bélgica y miembro de la Liga de Derecho Internacional de las Mujeres. En el texto que abre Burkamanía, Lizin expone sin tapujos su visión totalmente comprometida hacia miles de víctimas para las que “la lucha no es teórica o ideológica, como puede ser en nuestros países”, ya que para ellas, el burka no es un pañuelo, sino “un acto violento”. También señala la doble moralidad que hay tras los que se movilizaron contra los talibanes de Afganistán porque dinamitaron los budas de Bamiang, pero no hicieron nada cuando lapidaban a las mujeres adúlteras.
En Burkamanía también se hace referencia a la difícil integración del burka en España, problemática más de actualidad que nunca, sobre todo después de que varios ayuntamientos hayan decidido prohibir el acceso a dependencias municipales con prendas que dificulten la identificación. En el prólogo, Lizin avisa del peligro de estigmatizar el burka solo desde el punto de vista de la seguridad: “El combate para la prohibición total del burka forma parte de una larga historia de movimientos cuyo objetivo es el reconocimiento de la mujer como un ser humano entero”.
El autor
JacPé es un grafista e ilustrador de Bruselas especializado en dibujo humorístico. Ha colaborado con numerosas publicaciones, y trabaja como humorista gráfico desde hace trece años en el corrosivo semanario satírico belga que todos los políticos leen a escondidas, el “Père Ubu”.
Expone regularmente en varias galerías de arte belgas, y a él le debemos el truculento recopilatorio de dibujos “Petit dictionaire de l’absurde”, publicado en 1999.
15 de febrero de 2011