Page 17 - Royalty Witches 1
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Ella asintió al tiempo que murmuraba algo entre dientes. «Once.» Kat la
                miró confusa, pero no se atrevió a decir nada. Ahora era royal. Su compor-
                tamiento debía ser ejemplar.
                  La cancillera volvió a tomar la palabra. Los reinos de Persya y Sahul de-
                clinaron participar en la Liga, mientras que Kievskaya y Maurya decidieron
                aceptar. Un par de gemelas salieron seleccionadas y Kat no pudo evitar sor-
                prenderse. Dos pares de gemelos en una misma edición era algo inaudito.
                Se decía que los gemelos compartían el alma, por eso competían juntos en
                la Liga. Solía ser una ventaja, tener a un luchador de más, pero, histórica-
                mente, los reinados de gemelos coronados no habían sido muy prósperos.
                Buscó de nuevo la nuca de los gemelos Kang y se preguntó qué tipo de reyes
                serían si conseguían ganar. Y eso le hizo pensar en qué tipo de reina sería
                ella si conseguía salir victoriosa.
                  El pánico la invadió de pies a cabeza, igual que lo había hecho el hechizo
                royal. Cerró los ojos y apretó los dientes. No. Era royal. Iba a competir. Iba
                a ganar la Liga. Iba a ser la nueva reina de Yamato. No podía tener miedo.
                No le estaba permitido.
                  —¿Estás bien? —le preguntó Kibibi.
                  Kat se enfadó consigo misma por ser tan transparente y al momento le
                regaló una sonrisa tranquila a su amiga, que alzó una ceja como respuesta.
                  —Sí, lo deseamos. —Oyeron de fondo seguido de una gran ovación.
                  —Diego Salazar Caballero y Emma Torres Vega, alzaos.
                  Kat se congeló al oír el último nombre. En una de las primeras filas se
                alzó una figura femenina. Hacía ocho años que Kat no oía ese nombre y
                hacía ocho años desde la última vez que la había visto. Nada quedaba de
                aquella joven de dieciséis años con una sonrisa perpetuamente brillante. En
                su lugar había una mujer, segura de sí misma, poderosa, que se volvió una
                vez la luz dorada del hechizo se había disipado para clavar sus ojos directa-
                mente en los de Kat.
                  —¿Te está mirando a ti? —dijo Kibibi a su lado.
                  Más que mirarla, la estaba apuñalando con sus ojos verdes, tan ardientes
                como los de la cancillera Mokoena, pero llenos de odio en vez de autoridad.
                Kat tuvo que usar toda su fuerza de voluntad para no apartar la mirada. Los
                royals no se encogen, por mucho que se les presione.
                  —¿La conoces? —insistió Kibibi.
                  Emma se dio por fin la vuelta y Kat sintió que el aire volvía a sus pul-
                mones.



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